Hay días de escribir oscuro, de alejarse del realista y
también del romántico. Renard escribía que el romántico veía el mar en un
armario de espejo, y el realista veía un armario de espejo en el mar. Y que el
espíritu preciso, «ante el espejo dice: Esto es un armario de espejo, y, frente
al mar: Es el mar.»
Tabucchi dejó por escrito que les médecins-philosophes
veían la personalidad como una confederación de varias almas, «porque nosotros
tenemos varias almas dentro de nosotros, ¿comprende?, una confederación que se
pone bajo el control de un yo hegemónico» que rompe con la ingenua tradición
cristiana de un alma única. Y que, a lo largo de la vida, puede surgir otro yo
más fuerte y potente que destrone al yo hegemónico existente y pase a dirigir
esa confederación de almas. No hay que oponerse a ello ya que «entraría en
conflicto consigo mismo, y si quiere arrepentirse de su vida, arrepiéntase, en
fin, si usted empieza a pensar que esos chicos tienen razón y que hasta ahora
su vida ha sido inútil, piénselo tranquilamente, quizá de ahora en adelante su
vida ya no le parecerá inútil, déjese llevar por su nuevo yo hegemónico y no
compense su sufrimiento con la comida y con limonadas llenas de azúcar.»
No termino de dejar de relacionar una cosa con otra: el
armario de espejo de Renard y la confederación de almas de Tabucchi. Flaubert en
el Diccionario de lugares comunes liga el alma con el espejo al decir que el
rostro «es el espejo del alma. Por lo tanto, hay personas que deben tener
el alma bien fea. Un rostro agradable es el más seguro de los pasaportes.»