Me he
encontrado a mi vecina checa en el metro. Me ha explicado que durante la Guerra
Fría pasó varias noches en las alcantarillas de Praga, porque saltaban las
alarmas y todos corrían a refugiarse. Me ha comentado que allí aprendió a leer.
Y que con los años, levantarse y salir hacia las alcantarillas, se convirtió en
algo que no la contrariaba. Allí leyó a Hrabal por primera vez; y también a
Hasek. Me ha contado que una noche, durante una de las alertas, leyendo un
libro del Hrabal, le impresionó un informe académico sobre la guerra entre las
ratas cellardas y las ratas de alcantarilla; y que mientras lo leía, ella tomó
partido por las ratas de alcantarilla, que le eran más familiares.
Al llegar a
Entença, y cuando estábamos a punto de levantarnos para bajar, me ha dicho que
después de cenar se iba a emborrachar, pero que antes leería a Cavafis y, como él, se
lamentaría porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.