viernes, 10 de julio de 2020

Se lanzó Celan al Sena



Como he dejado sobre la mesa un papel con la sinopsis del Manifiesto sobre el desamor que estoy escribiendo, he bajado a tomar algo a una terraza que descubrí hace años frente al cementerio. Hace ya tiempo encontré en esa terraza a una novia vestida de novia, descalza, que lloraba. Hay gente que llora cerca de un cementerio porque así nadie le presta atención. Pero aquella novia vestida de novia tenía la belleza rota de las tazas del desayuno. Mientras esperaba, he pensado que a veces estoy en París pero no se ve, porque hay cosas que pasan por dentro. Entonces ha salido el camarero y le he pedido un café. Como ha tirado algo sobre la mesa he creído que era un cruasán. Por las mañanas a primera hora cualquier cosa me parece un cruasán.

Mientras tomaba el café he pensado que los cementerios tendrían que construirse siguiendo el eje Este-Oeste. La puerta de entrada orientada hacia el Este, por donde sale el sol, y la parte de atrás del cementerio hacia el Oeste, hacia el ocaso. Pero no es así. El único criterio era situarlos lejos. De ahí que los cementerios estén desorientados. Por eso los muertos no se acaban de ir del todo.

Después me he acordado de Celan, y que cuando se arrojó al Sena escogió el puente de Mirabeau, el punto exacto que aparece en la balada de Apollinaire. Para Steiner, Celan escogió ese lugar porque estaba situado bajo las ventanas de la habitación en la que Tsvietáieva pasó su última noche antes de regresar a la desolación y la muerte en la Unión Soviética. Creo que en un momento así uno no piensa en Apollinaire, que Celan saltó desde el puente de Mirabeau, que no es un lugar muy bonito pero estaba cerca de su casa. Y como ya no quedaba nadie en la terraza he repetido en voz baja una frase que tal como la iba pronunciando me parecía una consigna dadaísta: «Se lanzó SELÁN al Sena».