martes, 26 de diciembre de 2023

Autorretrato V


Al escribir mucho siempre hay un momento en el que se acierta, por lo que la cantidad también es una forma de calidad. Me gusta la gente que te habla como si te dijera: Ahora duerme, mañana por la mañana romperemos el frente ruso. He visto en un documental un castillo en Saint-Brieuc con un jardín medieval. Y que los jardines medievales tenían forma de cruz y estaban divididos en cuatro partes: el jardín floral, el medicinal, el frutal y el jardín del placer. Leo que a menudo seguir viviendo exige un valor bastante complejo. Nunca encuentro el contexto para levantarme y gritar: profundidad de periscopio. Llegué a El mar color de vino, de Leonardo Sciascia, a través de Curzio Malaparte, que me llevó a la Odisea con sólo una frase: «Estaba atardeciendo y el mar se volvía poco a poco del color del vino, que es el color del mar en Homero». Esta noche he soñado que alguien me preguntaba quién escribió ese libro, y otro contestaba que Sam Shepard. Un gato suelto por la calle es el resto de alguna civilización. En los anocheceres de los domingos siempre hay algo de las cenizas del familiar que se lanzan al Mediterráneo. Hay frases que son pensamientos terapéuticos, como cuando Cioran decía que la posibilidad del suicidio le había salvado la vida. Cuando me dicen una mentira, me rompen el hilo narrativo. Me gustan las cosas que no espero: en un documental he visto que las cabras de la isla de Skópelos beben agua salada, como un náufrago.

viernes, 13 de octubre de 2023

Del ruido de fondo de alguien cayendo


De camino hacia la estación he pasado por delante de una terraza donde un hombre vestido de negro tomaba un café solo; seguramente, un hombre con dificultades para relacionar ideas. Bajo su mesa había un perro, como bajo la Cruz en los cuadros de los pintores flamencos. Ya en el andén, una mujer de pelo blanco y agitado se ha puesto a mi lado y, mirando al cielo, me ha dicho que cada vez van más hacia el oeste, y que luego se olvidan de volver: hay una generación de gaviotas que no ha conocido el mar. Antes de responderle, he recordado Las aventuras de Jeremiah Johnson, un hombre que en su necesidad de huir abandona su vida pasada y marcha hacia las montañas, hacia el Oeste, hacia el territorio de los crows. Es posible que Jeremiah también fuera una persona que no tuviera una jerarquía de ideas, sino una sola idea en cada momento, y que a diferencia de un fanático esa idea fuera cambiando, pero nunca se sobrepusiera a otra. Como la mujer de pelo blanco me ha recordado a la mujer-gaviota, le he dicho que al no poder cambiar el tiempo en el que vivimos, cambiamos de lugar, pero que siempre hay un resto de resistencia, aunque hay a quienes les disgusta la nostalgia, porque incluso el bienestar imaginario del pasado de los demás les molesta. Quizás eso sí le ha molestado porque ha movido un poco la mano, como para echar a volar. Siempre imagino que cuando alguien se altera por algo que he dicho, me dará respuesta poniendo la voz de Cioran. Pero la suya ha sido una respuesta tranquila. Me ha dicho que se puede huir hacia el oeste, que es la interferencia de la geometría en los sentimientos, pero que también se puede cambiar de perspectiva, que el amor es como caer desde una ventana, y que no hay manera de controlarlo. Luego ha emitido un sonido, una especie de pensamiento del que sólo se escucha la forma, pero que era el ruido de fondo de alguien cayendo. 

domingo, 27 de agosto de 2023

Con todas la ausencia de amor es diferente II

Cerca de la estación, en el muro que algunos saltan para acceder al andén, hay escrita una frase de Ribeyro: «El presente me fastidia». Ha sido esta madrugada cuando me ha llamado por teléfono porque ha visto luz en mi habitación. Me ha dicho que ha estado pensando en su familia y en su casa de Praga, y que cuando su madre tenía un episodio de desilusión, empezaba a hablar en francés, pero un francés diferente. Le he dicho que quizás fuera un francés de los suburbios, porque cualquier ciudad se encuentra siempre un poco a las afueras de París. Como estos días he estado con el libro de Giuseppe Scaraffia, todo lo que me decía de su madre me recordaba lo que he estado leyendo de Nancy Cunard, la Gioconda de los Años Veinte, seductora en serie. Una mujer que cuando se cansaba de su pareja desaparecía sin dar explicaciones, porque no se necesitaban, y de la que Louis Aragon escribió que sólo amaba lo pasajero. Lo que viene a ser la idea de Francisco Casavella de que hay mujeres que emiten por instinto las señales justas; en esa circunstancia, «el depredador avisado se mantiene a distancia, porque intuye que esa carne está ahí para utilizar, no para ser utilizada». Entonces le he dicho que su madre me parecía una mujer atrevida, porque lo que mueve el mundo es el desamor. El amor sólo lo ralentiza. Y de ese pensamiento, el de detener el tiempo en un presente eterno, no hay salida. Después le he contado que hace unas semanas estuve viendo Le Mépris, de Godard, una película en la que aparecía Fritz Lang haciendo de Fritz Lang. Y que Lang sostenía la teoría que Ulises tardó tanto en llegar a Ítaca porque en realidad no amaba tanto a Penélope como se dice.

jueves, 24 de agosto de 2023

Con todas la ausencia de amor es diferente

Tampoco es para tanto la literatura. Porque haber leído es otra forma de resignación. Creo que hay que reducirlo todo, que la belleza absoluta es la simplicidad. Lo bello es una ventana abierta a las tres de la madrugada y alguien dándole vueltas a una idea: la de decir una frase sencilla: El amor es como el ego, desplaza un poco el centro del universo. Y a la vez pensar que el desamor, que es una figura llena de nobleza porque no admite el engaño, es como un loco en un embarcadero creyendo escuchar una canción, y al preguntarle a Ferdinand si él también la escucha, éste decirle: «Ya sabe que no», aun sabiendo que así ahondará su locura, pero sin poder fingir, porque la locura tampoco admite el engaño, tan solo la perplejidad. Y como desde la ventana veo a lo lejos la estación y los trenes de mercancías, que son los únicos que pasan a estas horas, he pensado en la mujer que esta tarde en el tren, al llegar a Sants, se ha levantado y ha dicho sin emoción que ayer perdió las llaves y murió su padre, saliendo después de inmediato del vagón sin esperar la reacción que merecía; una mujer-conmoción que despierta el mismo efecto que a C. le despertaba el fenómeno Beckett: «Lo sientes en cuanto estás delante de él. No exterioriza, pero sientes que estás ante alguien». Es a esta hora cuando creo que puedo hacer cualquier cosa, ya que por la mañana todo se iguala. Al despertar, toda la gente se parece. Pero a esta hora es posible inclinarse un poco y mirar hacia abajo, y decir una frase sencilla: El amor es una palabra que genera reacciones, químicas e insensatas. Y leer una frase sencilla, de Beckett, un tiempo después: «Van viniendo/ iguales y diferentes/ con todas es igual y diferente/ con todas la ausencia de amor es igual/ con todas la ausencia de amor es diferente».

sábado, 8 de abril de 2023

Autorretrato IV

Si dejo un libro a medias, doblo una esquina por si algún día vuelvo. Hay cosas definitivas, como el vecino que cayó desde el ático y nos dejó a todos mudos. La primera vez que estuve en Arles, empecé a amar una cierta geografía. Me gustan las personas que a Samuel Beckett lo llaman Sam. También me gustan las páginas intermedias de un libro; un perro que te recuerde, como el de Ulises en la Odisea; un árbol; un árbol seco. Se produce un ruido excepcional cuando un vecino cae desde un ático. Es un ruido raro pero inconfundible. Si otro vecino cayera desde un ático, podría decir, sin dudar, que es otro vecino cayendo. Tras el estampido inicial se escucha como un suspiro. Me han dicho que soy esquivo como el ojo de Sartre. Ayer, en el tren, pensé en cosas insignificantes. Ahora pasan unas nubes. Para escribir la serie Autorretrato leo siempre la primera página del libro del mismo nombre de Édouard Levé donde dice que describir con precisión su vida le llevaría más tiempo que vivirla. Esa frase me recuerda el mapa del imperio de Borges, que acaba teniendo el mismo tamaño que el imperio. Si tuviera un perro, lo llamaría Charonte, con acento francés. El 47% de lo que escribo aquí es zozobra. Me interesa todo lo de Aldo Moro; el reactor número 4 de Chernóbil; el origen de las palabras. También todo lo de Olof Palme, el árbol sueco; lo de Mathias Rust aterrizando su avioneta en la Plaza Roja de Moscú; lo de «John Ford, John Ford y John Ford». Hay días que se me pone un nudo en la garganta, como a Isadora Duncan. Estoy escribiendo un Manifiesto sobre el desamor porque el amor es un jaleo. Ahora ya no hace tanto frío pero en mi Stalingrado interior las ruinas no me dejan ver el bosque.