jueves, 24 de agosto de 2023

Con todas la ausencia de amor es diferente

Tampoco es para tanto la literatura. Porque haber leído es otra forma de resignación. Creo que hay que reducirlo todo, que la belleza absoluta es la simplicidad. Lo bello es una ventana abierta a las tres de la madrugada y alguien dándole vueltas a una idea: la de decir una frase sencilla: El amor es como el ego, desplaza un poco el centro del universo. Y a la vez pensar que el desamor, que es una figura llena de nobleza porque no admite el engaño, es como un loco en un embarcadero creyendo escuchar una canción, y al preguntarle a Ferdinand si él también la escucha, éste decirle: «Ya sabe que no», aun sabiendo que así ahondará su locura, pero sin poder fingir, porque la locura tampoco admite el engaño, tan solo la perplejidad. Y como desde la ventana veo a lo lejos la estación y los trenes de mercancías, que son los únicos que pasan a estas horas, he pensado en la mujer que esta tarde en el tren, al llegar a Sants, se ha levantado y ha dicho sin emoción que ayer perdió las llaves y murió su padre, saliendo después de inmediato del vagón sin esperar la reacción que merecía; una mujer-conmoción que despierta el mismo efecto que a C. le despertaba el fenómeno Beckett: «Lo sientes en cuanto estás delante de él. No exterioriza, pero sientes que estás ante alguien». Es a esta hora cuando creo que puedo hacer cualquier cosa, ya que por la mañana todo se iguala. Al despertar, toda la gente se parece. Pero a esta hora es posible inclinarse un poco y mirar hacia abajo, y decir una frase sencilla: El amor es una palabra que genera reacciones, químicas e insensatas. Y leer una frase sencilla, de Beckett, un tiempo después: «Van viniendo/ iguales y diferentes/ con todas es igual y diferente/ con todas la ausencia de amor es igual/ con todas la ausencia de amor es diferente».

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