domingo, 27 de agosto de 2023

Con todas la ausencia de amor es diferente II

Cerca de la estación, en el muro que algunos saltan para acceder al andén, hay escrita una frase de Ribeyro: «El presente me fastidia». Ha sido esta madrugada cuando me ha llamado por teléfono porque ha visto luz en mi habitación. Me ha dicho que ha estado pensando en su familia y en su casa de Praga, y que cuando su madre tenía un episodio de desilusión, empezaba a hablar en francés, pero un francés diferente. Le he dicho que quizás fuera un francés de los suburbios, porque cualquier ciudad se encuentra siempre un poco a las afueras de París. Como estos días he estado con el libro de Giuseppe Scaraffia, todo lo que me decía de su madre me recordaba lo que he estado leyendo de Nancy Cunard, la Gioconda de los Años Veinte, seductora en serie. Una mujer que cuando se cansaba de su pareja desaparecía sin dar explicaciones, porque no se necesitaban, y de la que Louis Aragon escribió que sólo amaba lo pasajero. Lo que viene a ser la idea de Francisco Casavella de que hay mujeres que emiten por instinto las señales justas; en esa circunstancia, «el depredador avisado se mantiene a distancia, porque intuye que esa carne está ahí para utilizar, no para ser utilizada». Entonces le he dicho que su madre me parecía una mujer atrevida, porque lo que mueve el mundo es el desamor. El amor sólo lo ralentiza. Y de ese pensamiento, el de detener el tiempo en un presente eterno, no hay salida. Después le he contado que hace unas semanas estuve viendo Le Mépris, de Godard, una película en la que aparecía Fritz Lang haciendo de Fritz Lang. Y que Lang sostenía la teoría que Ulises tardó tanto en llegar a Ítaca porque en realidad no amaba tanto a Penélope como se dice.

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