Siempre
hay un día que se descubre una nueva casta. Así fue como hallé a “los
contrastados”. Son personas que no diferenciaríamos de nosotros mismos, - acaba
de surgirme y acabo de perder una frase acojonante. Quizás era sólo una idea,
pero una idea acojonante. No tenía palabras concretas, salvo al principio,
luego era como un borrón alargado, una chafarrinada, una metáfora del olvido
cuando todavía no era olvido. No lograré recuperarla. Otras veces me ha pasado
aunque en otras facetas, como cuando me planteo, sin papel ni lápiz, que he de
hacer tal y cual cosa y cuando llego al quinto cometido no tengo más que una
vaga idea de cuál era el segundo punto del inventario de acciones. Pienso en
los lotófagos que comían flores de loto para olvidar. Olvidaban así, sin
cribar, sin pasar por el cedazo. Todo desaparecería para empezar un nuevo día
tras cada banquete, tras cada festín. Dejaban en el cajón no sólo angustias y
problemas, también roles, banderas y patrias. Pienso en las aceras, somier de
bebedores de malta que al despuntar el día ni se preguntarán qué les ha llevado
a ese despertar. Pienso en la idea que huyó fugaz. Debía de ser buena, de no
haberlo sido no habría brincado, seguramente, a la inspiración de alguien que
justo en ese momento estaría también escribiendo o, tal vez, incluso soñando -
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