sábado, 14 de julio de 2012

De castas y banderas


Siempre hay un día que se descubre una nueva casta. Así fue como hallé a “los contrastados”. Son personas que no diferenciaríamos de nosotros mismos, - acaba de surgirme y acabo de perder una frase acojonante. Quizás era sólo una idea, pero una idea acojonante. No tenía palabras concretas, salvo al principio, luego era como un borrón alargado, una chafarrinada, una metáfora del olvido cuando todavía no era olvido. No lograré recuperarla. Otras veces me ha pasado aunque en otras facetas, como cuando me planteo, sin papel ni lápiz, que he de hacer tal y cual cosa y cuando llego al quinto cometido no tengo más que una vaga idea de cuál era el segundo punto del inventario de acciones. Pienso en los lotófagos que comían flores de loto para olvidar. Olvidaban así, sin cribar, sin pasar por el cedazo. Todo desaparecería para empezar un nuevo día tras cada banquete, tras cada festín. Dejaban en el cajón no sólo angustias y problemas, también roles, banderas y patrias. Pienso en las aceras, somier de bebedores de malta que al despuntar el día ni se preguntarán qué les ha llevado a ese despertar. Pienso en la idea que huyó fugaz. Debía de ser buena, de no haberlo sido no habría brincado, seguramente, a la inspiración de alguien que justo en ese momento estaría también escribiendo o, tal vez,  incluso soñando - 

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