lunes, 21 de abril de 2025

«Como si nada, como si nadie, como si nunca»

Cuando la primera vez que en el curso de la Acadèmia de La Central conectó con su despacho, llegó ese momento de tensión en el que se abre el turno de preguntas y no hay preguntas. Y que a veces en esas situaciones estoy por levantarme y decir: Buenas tardes, y volverme a sentar. Luego ya todo se normalizó. He leído que en italiano se puede decir «aunque» con veinte intensidades distintas. Aunque en el curso no dije nada, pensé algunas cosas, lo cual también es una forma de intensidad. Uno: Que los implantes de recuerdos en los replicantes son ficciones creadas y, como en toda ficción, hay una parte en ellas que es lo ya vivido por el propio autor. Es autoficción que puede dar lugar a equívocos en quienes los reciben. Lo que inquieta es que sin esos recuerdos los replicantes se vuelven inestables, quizás por la tranquilidad de tener un pasado, o por el miedo, o que sea un poco lo que escribe Tim O´Brien en Las cosas que llevaban los hombres que lucharon: «No tenía memoria, y por lo tanto no tenía culpa». Al parecer, la culpa atempera, porque es algo que puede vincular las calorías de un cruasán con algún dios. Dos: Al personaje de Violet le puse la cara de Nacha Guevara, la muerte en El lado oscuro del corazón: la muerte más bella. Y me recordó lo que escribe Giuseppe Scaraffia en La otra mitad de París sobre Nancy Cunard, la Gioconda de los Años Veinte, seductora en serie. Pausa: Cuando salíamos y mi amiga Gema le entregó su libro, me sorprendió la manera en la que se le acercó y le dijo: Enrique. No porque le dijera Enrique, sino por el tono, con una naturalidad que yo necesitaría una confianza de tres años o diez ensayos previos antes de llegar a esa afectividad. Tres: Qué bien la idea de escoger cada mañana un libro de la sala oscura y leer unas páginas, y que ello le lleve a escribir. Y me gusta porque a veces también me pasa: leo y me da por escribir. Aunque también cuando veo en la televisión el programa de cocina de Jamie Oliver me da por comer. Por lo que hay una lógica ahí. Cuatro: El segundo día del curso en la Acadèmia, que nos leyera quince páginas de su nuevo libro fue una maravilla. Y tan inesperado. Y que explicara detalles y anécdotas de lo que hay detrás de lo escrito en una novela, que son como implantes en el libro de los recuerdos del autor; y lo difícil que es poder combinar novela y ensayo, e indicara que por ahí sigue el futuro de la novela. Otras cosas que pensé: en la foto del libro Ocho entrevistas inventadas, se parece a Jean Pierre Léaud en una película de La nouvelle vague; quiero releer Historia abreviada de la literatura portátil; cómo me gustaría que tuviera una conversación en el CCCB con el director de cine Albert Serra titulada: Francia no se acaba nunca; me atrajo el título descartado El día del Obama, porque es como una ventana abierta. Y me atrajo también por Casavella.

Cosas que le escribí a EVM tras un curso en la Acadèmia de la librería La Central. Barcelona, febrero, 2024

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