domingo, 13 de enero de 2013

El americano impasible




He empezado a leer “El americano impasible” de Graham Greene, quizás por buscar algo de aventura. Ha sido sólo el primer capítulo. He dejado el libro un momento en el sofá. De Greene ya había leído “El tercer hombre”, una obrita que le sirvió de esquema para escribir el guion, junto a Alexander Korda, de la película del mismo nombre que dirigió Carol Reed. De esta película recuerdo a Alida Valli, el diálogo en la noria del Prater entre Wells y Joseph Cotten, la música de cítara, la huida por las alcantarillas y la escena final a la salida del cementerio.

Nuevamente en el sofá he vuelto a coger el libro. Leo que existe la superstición entre las mujeres vietnamitas que un amante que fuma opio siempre vuelve y que «el opio puede dañar la capacidad sexual del hombre, pero ellas prefieren un amante fiel a uno potente.» Pienso, mientras leo, en el sueño del opio. Son sueños breves, de diez minutos; despiertas y vuelves a soñar, otros diez minutos. Y no dejo de pensar en el opio, y ahora lo veo como una telaraña, y también pienso en sus efectos sobre la capacidad sexual, y en que deben de ser un mito: este tipo de efectos adversos siempre lo son. 

«Es un buen tipo a su manera. Serio. No es uno de esos sinvergüenzas estrepitosos del Continental. Un americano impasible.»

sábado, 12 de enero de 2013

La probabilidad de escribir




Esta mañana no he almorzado.  Algunas veces no lo hago. Después he pensado en los escritores de la tercera vía. Todavía no hay escritores de este tipo pero aparecerán. Una de las características de los libros que imaginarán los escritores de la tercera vía será la de no matar al libro con un final previsto. Los finales suelen ser, generalmente, flojos. Por eso, a partir de la página 60, en sus libros, sólo aparecerán hojas en blanco. El blanco como reconocimiento: "Disculpen que no acabe este libro"

I. Leo en un artículo de Enric de la Ville-Maat las causas que le llevaron a ser escritor: «Vi a Mastroianni en La noche de Antonioni; en esa película -que se estrenó en Barcelona cuando tenía yo dieciséis años- Mastroianni era escritor y tenía una mujer (nada menos que Jeanne Moreau) estupenda: las dos cosas que yo más anhelaba ser y tener.»

II. Escribe Vidal-folch en “Lo que cuenta es la ilusión”, que para hacer algo significativo en la literatura se precisa talento, suerte y voluntad. «Con talento pero sin voluntad no se llega a nada. Con voluntad y sin suerte, tampoco. Etcétera.»

III. «También los escritores efectúan a menudo, como los generales, los más prolongados preparativos antes de avanzar para el ataque y atreverse a librar una batalla o, en otras palabras, lanzar un artilugio o libro al mercado, lo que suena desafiante y excita por tanto con fuerza potentes contraataques. ¡Los libros atraen las recensiones, y a veces estas son tan enconadas que el libro ha de morir y el autor tiene que desesperarse!»  R. Walser

IV. Ser escritor es una probabilidad. En estadística, la figura del outsider es aquella que se distancia de la media, de la normalidad de una muestra. En la realidad actual, ser escritor es dejar de ser un outsider.

V. «Para ser escritor había que escribir, y además escribir como mínimo muy bien.» Enric de la Ville-Maat

miércoles, 2 de enero de 2013

Un universo en tus manos

 


«Cuando empiezo a escribir, recuerdo siempre algo que leí de Italo Calvino, y me doy cuenta de la razón que tiene. Antes de ponerte a escribir tienes el universo entero en tus manos, pero cada palabra que vas añadiendo va cerrando el ángulo. Al cabo de dos o tres páginas, todo lo que has decidido, lo que has escrito, excluye lo demás, y eso provoca una sensación de vértigo: la certeza de que la primera frase condiciona el resto del relato.»

Enrique Vila-Matas



Nota: Extraído del blog de Jean Larser, "Correcciones de estilo y edición de textos"