sábado, 28 de julio de 2012

Del mal de Montano



Dejé atrás “El mal de Montano”. Lo coloqué en el anaquel en el que están ordenados todos sus libros. Tal vez sea esa estantería lo único que mantiene su propio orden en la habitación aunque su orden sea cambiante, ajeno a la inmutabilidad, alterado por criterios diversos consiguiendo, de esa forma, que cada día la estantería con sus libros parezca una nueva estantería con sus nuevos libros.

 Ayer me levanté y decidí organizar los libros de EVM (lo llamaré así, por su acrónimo, para evitar ser leído por EVM y que averigüe que por las noches, aquellas en las que me cuesta dormir, me levanto insomne, como un fantasma, a cambiar la disposición de sus libros en la estantería). Los organicé, esta vez, bajo una premisa clara: el grado de apego a la locura del personaje principal. 

 «Las cosas no marchan bien», me dije. No marchan bien cuando, con una sábana colgando de los hombros te encuentras aquí, de pie, delante de unos estantes repletos de libros que una vez leíste, o quizás no pero que de todas formas almacenas como si lo hubieras hecho, y empiezas a notar una cadena atada a tu tobillo y piensas que eso es lo normal, que es lo que sentiría cualquier fantasma a esas horas de la madrugada, lo que sentiría cualquier personaje de un libro de EVM que se dijera que «las cosas no marchan bien» y realmente no marcharan.

 Y dejo atrás “El mal de Montano” y continúo con su mal de otra forma. Lo hago con Hrabal Bohumil y sus “Trenes rigurosamente vigilados”. Y Hrabal me llevará, seguramente, a Joroslav Hasek y su libro “Las aventuras del valeroso soldado Schwejk” y, siguiendo con la nueva modalidad de mi mal, me quedaré en Kafka y así podré llamar a esta etapa: “El mal de Praga”, que sin sonar bien: no suena mal.

3 comentarios:

Anita Noire dijo...

Qué grande eres!!!!
He enpezado a utilizar el EVM desde que sé porque lo sé que nunca me casaré con él.

La baleine qui fume dijo...

Un día, en alguna presentación que haga de alguno de sus libros, iré y en el turno de preguntas me levantaré y le diré:"Buenas tardes. Yo no soy un celestino, ni usted es Calisto pero el día que conozca a Melibea `la Noire´ dejará de dedicarle sus libros a Paula (tengo la teoría de que no existe) y las citas de sus libros serán con ella, en un Café, y no con Walser. Buenas tardes."

Anita Noire dijo...

:)))))))))
Yo también sospecho que Paula, en sí, no existe.