domingo, 3 de julio de 2016

Las ciudades, tan llenas de situaciones, y ella no es ella.



Dice mi vecina checa que cuando ve a una pareja, se imagina a sus miembros en la cama, desnudos. Que esa es su ficción favorita, y que no lo puede evitar. Cree haberse imaginado así a casi todas las parejas que se encuentra a diario en la estación. Y que aunque eso le produce cierta cercanía, luego es incapaz de mirarlos a la cara cuando se sienta frente a ellos en el metro. También me ha estado contando que se ha apuntado a clases de teatro, y que a veces se inventa los guiones y dice cosas comprometidas, porque mientras interpreta, es ella pero no es ella. Entonces me la he imaginado en el escenario, desnuda, porque a veces me la imagino desnuda, sólo con un pañuelo al cuello, tratando de desconcertar a los otros intérpretes, si ya de por sí no se encontraban desconcertados al verla allí sólo con un pañuelo al cuello recitando a Baudelaire. Ha sido una imagen momentánea, porque luego me ha contado que una de sus compañeras de reparto se había apuntado a las clases para interpretar el orgasmo, y hacerlo utilizando el método: llegar al orgasmo interpretando el orgasmo. Antes de irse a su casa, me ha estado hablando de su familia. De cuando los alemanes entraron en los Sudetes. Y que le pasa un poco como a Herta Müller, que siempre quiso ser capaz de impedir que su abuelo, «incluso a posteriori, se convirtiera en soldado de las SS».

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