domingo, 8 de octubre de 2017

Me llamaba Arturo Belano y Romeo debía de morir


Me cuenta mi vecina checa que en su vida siempre ha estado rodeada de ventanas abiertas por donde tirarse. Cuando dice cosas así le hablo de literatura. Le he dicho que anoche estuve leyendo Estrella distante, de Bolaño, y que a partir de ahora podía llamarme Arturo Belano. Se ha reído un poquito y me ha dicho que yo jamás podría ser un detective salvaje porque no persigo la poesía, que ella sí la persigue, pero que siempre quiso llamarse Nikita, como Kruschev. Es cierto que siempre me lee poesía y que siempre esperamos que, por una vez, los bárbaros de Kavafis acaben por llegar. Aunque hoy tampoco llegaron. Entonces he sido yo quien ha leído. He cogido el libro de Bolaño y he empezado de cero, desde el inicio, desde la cita de Faulkner: ¿Qué estrella cae sin que nadie la mire?
 

Ayer por la noche estuve ordenando unos libros que llevaban años metidos en cajas. Encontré, de cuando lo leí en el colegio, El Manifiesto del Partido Comunista. Estuve leyendo algunas páginas y vi una nota que en su momento escribí en los márgenes: En las calles dicen que Romeo debe morir. No tiene ningún sentido. Le he comentado a mi vecina checa que quizás en aquella época ya empecé a tomar notas para mi Manifiesto sobre el desamor en los bordes del Manifiesto del Partido Comunista. Pero que podía ser eso o cualquier otra cosa porque en aquel momento también yo era otra cosa. Le he explicado que de aquella época recuerdo que cuando vi la película Smoke me fijaba en los cigarrillos que iban fumándose los personajes, y en que cada cigarrillo se fuera consumiendo en el tiempo real que duraba la conversación. Entonces ella me ha dicho que a medida que pasa el tiempo todo va variando, que ella pensaba que iba a ser comunista, hasta que en su país todo cambió y se hizo de Rimbaud.

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