viernes, 1 de enero de 2021

Autorretrato III

Me gusta la gente que te sorprende como la muerte. Me gustan los períodos intermedios, los libros fragmentados, las cosas que no concibo. Me gusta el ruido de las hojas secas del otoño pasado, lo absurdo, La agonía de Francia de Chaves Nogales. Me gusta la gente que es como un electrón, que va dando vueltas por los arrabales. Me gusta cuando el personaje de B. acepta con una especie de alegría el hecho de no comprender las cosas extrañas. Me gustan los jardines de Giverny, el mar por la mañana, las gaviotas que en mi barrio se comen a las palomas. Me gustan los colores de las calles de París, Francia. Me gusta que Odile vaya a todos los sitios corriendo; en general, me gusta Odile vaya o no a todos los sitios corriendo. Me gusta la gente que viaja sola, que simplifica la vida, que no se deja llevar por las mareas; la gente que en el libro de Bolaño iba a beber al Cartago y que era la tristeza pura. Leo que a veces piensa que le gusta sufrir pero, en verdad, preferiría otra cosa. Me gusta cuando alguien escribe como si la situación más emocional fuera algo cotidiano; también cuando alguien escribe como si todo lo cotidiano se conjurara para que le pasara a su personaje. Me gusta la gente que desde la puerta dice hasta luego aunque realmente no sepa hasta cuándo. Me gusta lo que no entiendo, lo que parece inacabado, lo ficticio, aunque me bastaría con no entenderlo. Me gusta lo irreal: nadar en un pantano, con el miedo que me dan los pantanos. Porque dentro de mí tengo los temores propios de cualquier ciudad fronteriza.    

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