sábado, 24 de octubre de 2015

Cuando la muerte te toca de lejos, parece otra.



Muere gente que parecía ya muerta. Y cuando aquí se cita a la muerte, ¿dónde están todos los duelistas con sus pistolas?

Recuerdo un día un entierro. Hacía frío, como en todos los entierros. El invierno también contribuía a ello. Y el de la caja, como si la cosa no fuera con él.

No es el momento de recordar que de camino al cementerio vimos un bar. Tapas calientes y bebida fría para después, habiendo ya dejado al muerto.

Tú que eres joven, me dijo una vecina en el ascensor; pero para nosotros, todos los inviernos son una incertidumbre.

El frío, la muerte, el de la caja. Todo tan bien relacionado.

Y a pesar de ello, cuando la muerte te toca de lejos parece otra.


Y siempre tan inoportuna, como la lluvia.

Apaga la luz, que la oscuridad es ya un entrenamiento.

En Danubio, de Magris, había un vigilante que por las noches cazaba liebres con un fusil, con ese cuidado que los vigilantes tienen de no dañar el mármol de las tumbas.

Mañana, al amanecer, ya todo se habrá olvidado, a la espera del siguiente.

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