lunes, 14 de octubre de 2019

Apuntes de un Manifiesto sobre el desamor II


He bajado caminando esta mañana por Balmes. La calle estaba llena de desconocidos, como si los hubieran soltado a todos de golpe. Me he ido fijando en las personas con las que me cruzaba, porque a veces noto que alguien ya ha muerto, aunque no tenga la forma de un muerto. Esa es una de las maneras que tengo para pasar desapercibido: ir pensando en otra cosa. También he estado pensando algunas ideas para el Manifiesto sobre el desamor. Porque yo soy partidario del desamor y de esa gente que a veces te quiere como un gato, que te quiere o no te quiere, pero ni te mira.

Nota II: El otro día hablando sobre esa forma radical de marcharse pensé en Jeanne Hébuterne cuando aquella mañana de invierno en París, al poco de morir Modigliani, se asomó al balcón y no pudo más que saltar. En ese aspecto ella fue muy shakesperiana y siguió la teoría sobre la que escribe Kundera: «Esch es amante de lo absoluto: Sólo se puede amar una vez». Y así debía ella de entender el amor, de manera también radical: amó una vez y para qué más. En los retratos de Jeanne H. siempre he encontrado la belleza, y como Modigliani reconoció que cada uno de esos retratos que pintó lo hizo pensando en la Gioconda, he encontrado también ahí una cierta lógica, ya que hay cosas que se hacen siempre pensando en otra.

Nota III: A veces noto que me estoy convirtiendo, como Esch, en amante de lo absoluto. Por eso me gusta lo que escribe Rodrigo Fresán en La parte inventada, que la chica no está enamorada del chico, porque la chica reserva su amor nada más y nada menos que para los Grandes Temas. Y continúa que ella se reserva «para EL ARTE, LA LITERATURA, para todas las cosas mayúsculas en las que la chica piensa en mayúsculas».

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