viernes, 21 de septiembre de 2012

Praga, a las afueras de París




En el diario novelado que sigo escribiendo he elaborado un mapa concentrado de la literatura que coincide casi exactamente con el de los mejores Cafés. En él aparecen varias ciudades, aunque predominan dos: París y Praga, que, casi sin fronteras, se unen en mi mapa inventado en un gran suburbio, por lo que puedo decir que en este momento me encuentro en Praga, a las afueras de París.

I. Mi hostelera me ha dicho que si he de salir, al volver, no haga ruido ya que los otros huéspedes tienen la costumbre de irse a dormir pronto y no sería conveniente molestarlos. Le he dicho que esta noche estaré solo, como la noche anterior y la anterior a esa y que así, de esa forma, mañana me despertaré «sobre una espalda dura, y en forma de caparazón» y que no saldré de mi habitación, que únicamente miraré por la ventana hacia «la tranquila pero central Charlottenstrasse» y que, por lo tanto, no se preocupe, ya que no suelo conversar en voz alta cuando estoy solo. Lo que no sabía es que esa conversación se iba a repetir constantemente durante la noche, aunque en voz baja. Esa interminable y repetitiva conversación me ha hecho pensar en la soledad, en las espaldas duras como caparazones y en la causa por la que no viajo acompañado a los lugares a los que, algún día, quisiera volver. Y así es como mirando por la ventana me he dicho, en voz baja, al estar solo, que viajar a un lugar con alguien querido me impediría volver a ese lugar cuando esa persona ya hubiera muerto, porque un lugar queda unido a la persona que te acompaña y la imagen de una calle es la imagen de esa persona caminando por esa calle. Por eso ahora en esta habitación, en este hostal, en esta maravillosa ciudad, estoy solo porque sé que así algún día aquí volveré.

II. Pronto viajaré a París que, en mi mapa imaginado, está a la vuelta de la esquina. Llegaré al atardecer a la rue des Lombards, una calle peatonal repleta de Cafés y mesas con patas forjadas en hierro. Siempre he pensado que la denostada rue des Lombards era una de esas zonas neutras sobre las que escribe Modiano en el Café Condé: «Había en París zonas intermedias, tierras de nadie en donde estaba uno en las lindes de todo, en tránsito, o incluso en suspenso».  Y es por eso por lo que me alojaré en esa calle, porque es un lugar en las lindes de todo, un lugar que no pertenece a nada, casi en el abismo y, tal como recuerda Enric de la Ville-Maat refiriéndose a un escrito de Kafka, es un lugar que «está fuera de aquí» y por lo tanto «tal es mi meta»: una calle de París, a las afueras de Praga.

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