domingo, 9 de diciembre de 2012

Seres raros merodean por los libros (I)



Pude ver a mi hostelera cuando me dirigía a la Oficina Censal de Praga. Estaba sentada tras el mostrador, anotando, una y otra vez, los nombres de los clientes que aquella noche nos habíamos hospedado en el hostal. Cuando llegaba al final de una hoja, empezaba con la siguiente. De repetirlos infinitamente había conseguido ocupar todas las habitaciones: un lleno total. Todas las noches, cuando me dispongo a subir a mi habitación, le pregunto si me ha dejado unas cuartillas sobre la mesita. Siempre asiente. En ellas anoto todos los personajes particulares, monstruosos, originales pero secundarios de la literatura. Uno tras otro, y cuando llego al final de una hoja, empiezo con la siguiente.
 
«¡Un monstruo! Pero le miré a los ojos y sostuve su mirada toda la noche.»  Franz Kafka

I. Cuando Magris llegó a Sopron se fijó, cerca del museo Listz, en un hombre que estaba asomado a un ventanal de la planta baja de un edificio. Era un loco, y al parecer profundo, que farfullaba y hacía gestos. Gigi, que acompañaba a Magris, trató de entenderle y, de alguna manera, responderle. Les sorprendió que en el impulso de dirigirse a ellos «existía la urgencia de decir algo y, por tanto, de tener algo que decir». En él, los viajeros vieron una piedra que había sido desechada pero que podría ser un rey disfrazado de mendigo, quizás «uno de los treinta y seis justos, desconocidos por el mundo, y que ignoran serlo, gracias a los cuales el mundo sigue existiendo.»

II. «Punto y aparte para Felipe Tongoy, el hombre más feo del mundo». Nada más llegar al aeropuerto de Santiago y bajar por la escalerilla del avión, Rosario Girondo se encontró con Tongoy. Escribe Enric de la Ville-Maat que Girondo, al ver por primera vez a Tongoy pensó rápidamente en Nosferatu, y sintió también la urgencia de decir algo, aunque calló porque consideraba «de mala educación decirle a alguien que acabas de conocer que se parece a Drácula». Pero Tongoy introdujo el tema con naturalidad, aceptando su propio autorretrato, sin falsificarlo, y añadiendo que una vez, con seis o siete años, su madre le dijo que sí, que «sólo en Chile» pero que feo, no dejaba de serlo.

2 comentarios:

Anita Noire dijo...

El grandísinmo "Mal de Montano":)
Louis, ¿Tú crees que estamos enfermando?

La baleine qui fume dijo...

Noirsette, diría que sí, que estamos enfermando, pero lo olvidamos, y cada vez que notamos un síntoma pensamos que es un nuevo síntoma y no una recaída. Ay