He empezado a leer “El americano
impasible” de Graham Greene, quizás por buscar algo de aventura. Ha sido sólo
el primer capítulo. He dejado el libro un momento en el sofá. De Greene ya
había leído “El tercer hombre”, una obrita que le sirvió de esquema para
escribir el guion, junto a Alexander Korda, de la película del mismo nombre que
dirigió Carol Reed. De esta película recuerdo a Alida Valli, el diálogo en la
noria del Prater entre Wells y Joseph Cotten, la música de cítara, la huida por
las alcantarillas y la escena final a la salida del cementerio.
Nuevamente en el sofá he vuelto a coger
el libro. Leo que existe la superstición entre las mujeres vietnamitas que un
amante que fuma opio siempre vuelve y que «el opio puede dañar la capacidad
sexual del hombre, pero ellas prefieren un amante fiel a uno potente.» Pienso,
mientras leo, en el sueño del opio. Son sueños breves, de diez minutos;
despiertas y vuelves a soñar, otros diez minutos. Y no dejo de pensar en el
opio, y ahora lo veo como una telaraña, y también pienso en sus efectos sobre
la capacidad sexual, y en que deben de ser un mito: este tipo de efectos
adversos siempre lo son.
«Es un buen tipo a su manera. Serio. No
es uno de esos sinvergüenzas estrepitosos del Continental. Un americano
impasible.»
2 comentarios:
Una muy buena elección. A decir verdad le película que protagonizó Michael Caine es bastante fiel a la novela. Cosa rara. Pero volviendo a lo que importa, te veo sumergido en el universo de la bonita Saigón. Tú sí que sabes :)
Recuerdo la película, con B. Fraser.
Ah! sí. Creo que no todo es casualidad. Que un pensamiento lleva a otro y el libre albedrío parece que existe pero no. ;))
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